En el número 269 de la revista Mundo Ejecutivo, de Septiembre del 2001, se publicó un reportaje especial en donde se hace mención de las 50 Constructoras Latinoamericanas.
En los últimos años de la década anterior y parcialmente respuestas de los efectos denominados: "tequila", "caipirinha" y "tango", las grandes constructoras latinas lograron avances importanmtes en términos de reestructuración, saneamiento financiero, eficiencia y posocionamiento en segmentos de actividad menos dependientes de los proyectos de infraestructura y obra pública.
Por lo general, la nueva estrategia de crecimiento otorgó mayor énfasis a la edificación de infraestructura industrial especializada y a la edificación urbana, segmentos beneficiados por la apertura a la inversión extranjera, a los flujos comerciales internacionales, así como a los programas de privatización y modernización de empresas estatales.
Por su parte, las empresas constructoras de vivienda media y social, aprovecharon su mayor flexibilidad, conocimiento de los mercados locales y los programas públicos orientados a atennuar el déficit crónico en vivienda, para mantener un crecimiento rentable y sostenido.
En la porción latina del Trópico de Cáncer, México se cuece aparte. Bajo el impulso del "acelerón" de la economía estadounidense de la década de los años 90, la economía mexicana logró crecer a un ritmo de 5% anual, que se incrementó hasta llegar a 7% en el año 2000.
Esto permitió que la industria de la construcción aumentará el valor de sus actividades en una proporción similar y que las grandes constructoras colapsadas en el "tequilazo" de 1995 avanzaran en su proceso de reestructuración y saneamiento.
Con todo, en el año 2000 el ritmo de la actividad constructora disminuyó nuevamente y fuera de las empresas especializadas en vivienda social, y algunas otras excepciones, las constructoras mexicanas siguen sufriendo los efectos de la paralisis presupuestal, asociada a los procesos electorales del 2000 y el histórico cambio de administración que retiró del poder al viejo linaje priísta, la identificación fiscal de Petróleos Mexicanos y el actual retraso de la inversión pública en infraestructura.